por Alexander Dugin* – Tenemos que entender el papel fundamental de Strelkov en el contexto sociocultural que nos incumbe. Es un arquetipo de idealista ruso, es un salvador. Este patriota que destruyó el abismo que separa los principios de las acciones, es el azote de nuestro patriotismo subsumido en un abismo paralizante.
Cuando los rusos son conscientes de que sus valores y sus intereses económicos o energéticos han sido pisoteados por los imperialistas, que no son los mejores ni los primeros en todo ¿qué hacen? Anhelan con dolor un período de grandeza protestando al modo de la gente pequeña y ahogando las penas en la bebida, por supuesto, o participando en pequeños grupos de protesta que rápidamente se desintegran junto con las ansias más ardientes de lucha y sacrificio. Alguien compra una plataforma política para uso de la oposición, alguien puso bajo la supervisión de los cuerpos policiales y servicios especiales esta plataforma. Es un círculo vicioso. Nadie fue golpeado por un enemigo, nadie mantiene su integridad, nadie va constante y decidido hasta el final. Después de todo, que los chicos se sacrifiquen, que los nacionalistas rusos, los bolcheviques nacionales o los «guerrilleros junto al mar» estén dispuestos a morir peleando inútilmente sin saber contra quienes, que sientan esa emoción pero sin un propósito ni un significado claro, es parte de ese abismo del que hablamos. Y no hay nadie herido por una real causa. Los rusos siguen viviendo ese sueño. Mientras que otros sólo hablan durante décadas y ostentan el poder o las riquezas. Triste espectáculo.
Y aquí aparecen los milicianos. Es el hombre ruso. Estricto. Ingenuo y tímido. Un idealista. Con los principios inquebrantables. En la vida civil, de seguro dispuesto a cumplir con su deber voluntariamente. Y va al frente de guerra para proteger al pueblo. Para proteger el alma rusa. Al hacerlo, rompe las cadenas de la impotencia, hace fuego del miedo y la depresión. Rompe con esa incapacidad para traducir los ideales en acción. Si se hubiera quedado en Crimea, o lo hubieran asesinado en los primeros días de la resistencia, no sabríamos nada de él. Y luego llegó la gente maravillosa, los que también son héroes, como él, también rusos que mostraron una actitud «desafiante». Y algunos eran mis amigos.
Pero los guerreros del Donbass perseveraron y crearon un ejército. Y se convirtieron en el centro de nuestras esperanzas, la imagen viva de nuestra voluntad y de nuestra transformación. Todos igualmente buenos, valientes y ligeramente anticuados como todos los rusos, pero los milicianos tocaron algo en nuestra alma, nuestro sentido nacional. Nuestro mito ruso, nuestra hambre de héroes. Sólo sirven al deber.
Sí. Pero no es el deber de un profesional o una persona que está en una situación difícil obligado por las peripecias del destino. Es SU deber. Esta es la deuda rusa. Saber que valemos más y que podemos vencer esos temores: la pereza, la indiferencia, la rigidez. Eso es lo que él mismo hizo con los milicianos. Eso es lo importante precisamente. Y a través de él estamos más cerca de nosotros mismos. Hemos visto que podemos.
Los SOLDADOS que combatieron en Afganistán y Chechenia, eran héroes. Pero no estaban allí para ti ni por ti. Interpretaron el deber en nombre del Estado. Y los guerreros tenían el deber, la idea. La Idea rusa. Por eso Igor rompió las barreras en nuestra alma. Los milicianos han llegado para corregir algo en nosotros. Pensamos que tal voluntad nunca llegaría a plasmarse en el ser de un intrépido guerrero, y que empuñaría ese ideal en nombre de la ortodoxia rusa, de la Guerra Sagrada por su propia voluntad. Pero lo hizo. Y empezamos a ganar. Y con cada éxito, con cada “parte de guerra” hemos ganado. Rusia ganó.
No está en sus creencias políticas ni siquiera ser un buen señor de la guerra, un caballero: él fue más allá. Se convirtió en nuestro mito. Y ese mito en sí mismo, no está al servicio ni del Estado. Es el mito de Rusia. De lo que fuimos y lo que, resulta, estamos de nuevo tratando de ser.
El odio de los detractores de Strelkov es el odio de los enemigos que nos quieren fuera de combate, no en el sentido biológico, sino en el espiritual. La carrera de los burócratas, tecnólogos, ladrones, manipuladores, comerciantes es opuesta al camino de los héroes. Werner Sombart decía que hay dos tipos de personas, una raza de los comerciantes y la raza de los héroes. Europa en estos nuevos tiempos es el resultado de una carrera de comerciantes (capitalismo) que se alzó sobre la raza de los héroes (Edad Media). Las milicias representan el espíritu medieval ruso. Porque la ortodoxia puede ser una parodia, un simulacro. Puede ser un modo antiguo o medieval de ritual cultural. Pero la «modernidad» es el corazón del Anticristo. Esa es la razón por la cual esa mirada del mundo sigue ahí, como base de nuestras almas, como un centro secreto de la identidad rusa.
Nosotros todavía no nos hemos dado cuenta lo que significan para nosotros los guerreros de la milicia. Pero la rabia que antes era parte de alguna travesura nacional, ahora se canaliza concretamente, la envidia, el odio que provoca en el oeste y en la junta de Kiev dicha voluntad no son de una naturaleza menor. Son signos que no pueden resultar producto de una coincidencia. Y otra vez, no lo digo personalmente, no hablo individualmente, sino como un portador del tipo ruso.
El presente ruso de Strelkov es un todo. Está en nosotros. Somos un solo pueblo. El de la gente que ve un despertar de la conciencia rusa.
Quisiera pedir a alguien que escuche mis palabras y transmita la sensibilidad de esta forma. Este es nuestro patrimonio, esto es un valor increíble.
El mito por el que debemos luchar ahora como lucharon los milicianos late por la NUEVA RUSIA, es el mito de Rusia, para todos nosotros.
Que Cristo te salve Igor…
*Filósofo y geopolítico ruso
Fuente: El Espía Digital
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