por Gábor Vona* – Señoras y señores, ¡queridos amigos!:
En primer lugar quiero expresar mi gratitud por la invitación a venir a esta universidad de fama mundial. Agradezco al profesor Aleksandr Dugin por haberme dado la manera de expresar mis pensamientos delante de ustedes. Créanme, no exagero si afirmo que este es para mí un momento de gran importancia.
Me pidieron que diera un discurso sobre las relaciones entre Rusia y Europa. Pero cuando examinamos la relación entre Rusia y Europa, no podemos evitar hablar también de los Estados Unidos. Es posible entender Europa, Rusia y los Estados Unidos en sus relaciones recíprocas. Si quisiera definirlas muy brevemente y simplificando las cosas, pero cuidando la esencia, entonces debería decir esto: mientras que los Estados Unidos son una criatura deforme de Europa, mientras que la Unión Europea representa la traición de Europa, Rusia está hoy para proteger Europa, para proteger el modo de pensar europeo. Con todos los problemas y todas las contradicciones posibles, en cualquier caso, hoy Rusia es Europa mucho más de cuanto no lo es la llamada Unión. Por desgracia, no ha sido la verdadera mentalidad europea la que conquistó el mundo, sino una forma distorsionada de ella, el americanismo que, siguiendo a René Guénon, podemos definir como el reino de la cantidad, es decir, el de la masa y el dinero.
Primera pregunta: ¿por qué la Europa de hoy se ha traicionado a sí misma? Esta historia comienza con el hecho de que, al final de la Edad Media, Europa ha perdido el rumbo de su propio desarrollo orgánico. La Europa moderna se ha convertido ella misma en la antitradición, poniendo en tela de juicio los valores fundamentales, por lo que debería haber colapsado en unas décadas. Ella sólo ha podido evitar esto, emprendiendo la asfixia de otras partes del mundo y apropiándose de sus valores.
La primera zona fue precisamente América, donde surgen los Estados Unidos gracias al genocidio de los pueblos autóctonos y a la deportación de esclavos de África. El extraño giro del destino es que Estados Unidos, el gran botín de Europa, se separó del Viejo Continente, comenzó a caminar a su propio paso y, a partir del siglo XX, ha reemplazado a Europa. Ahora están ellos para ahogar al mundo entero. Es por esto que debemos destacar: igual que el modelo de la moderna Europa capitalista no ha sido capaz de funcionar y sólo podía sobrevivir con el colonialismo, así también el actual modelo capitalista representado por los Estados Unidos no funciona, y sólo puede funcionar a través del saqueo global.
Segunda pregunta: ¿por qué los EEUU son una criatura deforme? Cronológicamente, el proceso coincide mayormente con la desorientación de Europa en la era moderna. No es casualidad que los llamados grandes descubrimientos ocurrieran en ese período. Europa tenía necesidad de saquear, para no colapsar. A sentar los fundamentos de la sociedad estadounidense fueron, a partir del siglo XVI, los desechados de la Europa occidental: aventureros, víctimas del capitalismo salvaje embrionario, grupos sociales marginales y desarraigados, fanáticos religiosos a continuación, aborrecidos también en su patria de origen. De esta mezcla social nacieron los Estados Unidos y esta matriz originaria se puede ver muy bien todavía en el tejido del mundo americano: en el plano cultural, en el predominio de la economía, en la decadencia social, en la conciencia misionera de origen neoprotestante de la élite política estadounidense. Una potencia mundial sin tradiciones, que no tiene un pasado, no puede tener siquiera la perspectiva de un futuro. Sería interesante investigar si el hijo pródigo, los EEUU, no guarda en sí un deseo inconsciente de venganza contra el padre europeo.
Muchos piensan que los EEUU y Europa son aliados mutuos, pero la realidad es que en esta relación Europa es simplemente un siervo. Hace aquello que los Estados Unidos dice. Verdaderamente, entre los dos continentes hay una guerra oculta, invisible, en la que Europa es el bando perdedor. Europa se ha convertido en un estado de dimensiones continentales miembro de los EEUU; no por nada surge entre ellos cada vez más a menudo la cuestión de un tratado de libre comercio. Hay que ser ciego para no darse cuenta de que también los EEUU están detrás de la crisis económica de la Unión Europea. Los Estados Unidos también se encuentran en una crisis de la misma clase. El colapso del dólar causaría a los EEUU dificultades gigantescas; por lo tanto es muy importante para ellos que Europa y el euro no se fortalezcan. Una Europa fuerte no está entre los intereses de los Estados Unidos. Mientras tanto, Europa forcejea, como un pez arrojado a la orilla, sin poder hacer nada. Exteriormente es incapaz de hacer frente a la presión económica estadounidense, ni a la actividad de Asia, mientras que en lo interno no es capaz de resolver sus problemas: el declive demográfico, la inmigración, la pérdida de valores, el desempleo, la relación desordenada y hostil entre los intereses nacionales.
Siguiente pregunta: ¿cuál será entonces el futuro de la Unión Europea? Todo lo que se puede decir es que la Unión Europea no es capaz de funcionar. Según la opinión más corriente, la solución sólo puede consistir en una integración más profunda. En otras palabras, también en Europa habría que hacer unos Estados Unidos; la independencia de los Estados miembros dejaría de existir, pero al menos sería posible dirigir la comunidad. En mi opinión, eso no significa nada más que acentuar hasta grados extremos el error fundamental. En lugar de buscar un nuevo camino, Europa continúa en el antiguo. Pero esto sólo puede tener un resultado desastroso. Se puede entender fácilmente que este es también el interés de los Estados Unidos, porque anexionar una Europa debilitada y apoderarse de los mercados europeos sería una gran oportunidad. La historia se repetiría, aunque en sentido inverso. En la era moderna la enferma Europa ha conquistado América para explotarla y aliviar así sus propias dificultades; ahora son los EEUU los que están a la conquista de Europa para resolver su crisis. El acuerdo de libre comercio, del que se habla cada vez más, es en realidad el enmascaramiento de este proceso detrás de bellas palabras y definiciones económicas.
En mi opinión, por lo tanto, el futuro de la Unión no puede ser una copia del modelo estadounidense; no puede consistir en una rendición total y sin condiciones, sino en seguir un camino independiente. La comunidad que abandona sus tradiciones, inevitablemente fracasa. No existe un camino, no existe un futuro que pueda compensar el renegar de nuestro pasado y tener una posición hostil contra el mismo. Las raíces originales de Europa son la ética cristiana, la filosofía griega y el derecho romano. Estos son nuestros valores comunes, los valores que los pueblos europeos han hecho propios, cada uno de acuerdo a su propio carácter. Los italianos han aportado su vitalidad, los franceses su sentido estético, los ingleses su puritanismo, los alemanes su laboriosidad, los rusos su mesianismo. En la Edad Media estábamos tan unidos, que nuestra diversidad constituía un valor. A Europa, por lo tanto, las diferencias no le faltan, son un valor añadido para ella. Quien en Europa ejercita las facultades de la mente, debe custodiar las antiguas tradiciones griegas y romanas, así como las de la Edad Media cristiana; debe custodiar los valores y la especificidad del carácter nacional y debe adaptarlos a los desafíos de la época. Hay que construir una Europa, una comunidad europea, en la que cada uno pueda aportar al patrimonio común aquello en lo que vale, una Europa donde cada uno pueda realizar su propio trabajo y pueda tener la oportunidad de vivir, no en una Europa en la que los grandes devoran a los pequeños como en la actual Unión Europea.
Y aquí viene la cuarta pregunta de mi intervención: ¿cuál es el papel de Rusia en el futuro de Europa? Rusia, como ya he dicho, no es un adversario de Europa, como muchos en Occidente suelen presentarla, sino una de sus últimas oportunidades. No es necesario hacer entrar a Rusia en la Unión Europea, porque eso no sería un bien ni para la Unión Europea ni para Rusia. Lo que se necesita, es que Rusia, habiendo custodiado mucho mejor sus propias tradiciones y con ellas la verdadera Europa, pueda constituir un antídoto a la americanización: en el plano cultural, en el económico y en el político. Esto naturalmente no significa que Rusia deba hacer con Europa lo que ha hecho Estados Unidos. Su tarea no es explotar Europa, conquistarla, ponerle un yugo, sino encontrar aquellos aliados que, como ella, se oponen al dominio global norteamericano, y ser capaces de construir juntos una nueva Europa.
Desde el punto de vista de la Europa Central y Oriental, donde pertenece también mi patria, Hungría, estos son todos temas de vital importancia. Para nosotros, la Unión Europea no ha representado la elección de un camino con los otros países europeos; aunque dentro de esta comunidad enferma, a nosotros nos ha tocado el peor papel, cual el de una colonia. La sociedad húngara y las otras sociedades poscomunistas han sido arrulladas en la ilusión de que Bruselas traería la libertad y el bienestar. La libertad más o menos significa que está permitido todo aquello que no está prohibido por el poder mundial tras los EEUU, mientras que el estado de bienestar es simplemente una mentira. En diez años de pertenencia a la Unión Europea, se hizo evidente que Hungría era necesaria sólo porque nuestros mercados fueron conquistados, nuestras fábricas, nuestras empresas y nuestra economía fueron enviadas a la ruina y los productos de otros fueron colocados en los estantes de los grandes almacenes. Hungría, que cuenta con unas excelentes posibilidades agrícolas y alimentarias, hoy come queso holandés, carne de cerdos daneses, verduras españolas y salchichón alemán. Por no mencionar el hecho de que, mientras que los precios son los de Europa occidental, los salarios corresponden a una fracción de lo que cobran aquellos obreros que trabajan en las mismas empresas. Si quisiera representar la situación de una forma muy dramática, debería decir que nos hemos convertido en los esclavos de una comunidad enferma y en ruina. Somos los remeros de una galera que se está hundiendo.
Así que para Hungría no es indiferente qué será de Europa y cuál será su relación con Rusia y con las otras grandes potencias. Desde mi punto de vista, junto a Alemania, que predomina actualmente en este espacio, en el futuro se reforzará el papel de las dos grandes potencias euroasiáticas: Rusia y Turquía. En mi opinión, el futuro de Europa central y oriental será decidido desde Alemania, Rusia y Turquía. Por lo tanto es fundamental que se configuren relaciones de alianza adecuadas entre estos países, y entre ellos y las naciones de Europa central y oriental. Y en esto, la concepción eurasista puede desempeñar un papel muy serio en contra del euroatlantismo. No creo ni siquiera impensable que, dentro de un plazo determinado, Hungría deba decidir si pertenece a la Unión Europea, optar por la Unión Euroasiática en curso de formación, o intentar permanecer independiente tratando de mantener el equilibrio entre una y otra Unión. Hay razones tanto a favor como en contra de cada opción. Hungría tendrá que sopesar cada una de ellas y tomar la mejor decisión. De lo que estoy seguro ahora, es de que el primer camino puede excluirse. El euroatlantismo ha terminado, al menos para nosotros, y es sólo cuestión de tiempo que la política también lo reconozca. Tanto si Hungría elige un camino independiente, como si opta por un colaboración euroasiática, una cosa es cierta: tendrá que reconsiderar y fortalecer junto con Rusia, sus relaciones económicas, energéticas, políticas y culturales. Actualmente este punto de vista en Hungría tiene su representante más consistente en Jobbik, el partido que dirijo, que según algunas encuestas es el segundo partido más popular en el país.
Por último, me gustaría mencionar otra cosa. Como he dejado claro hasta ahora, creo en la cooperación eurasiática, creo que debe estar basada sobre valores universales, tradicionales, que enlacen la Europa tradicional y el Asia tradicional. Creo también que, para ello, hay que encontrar un orden social, político y económico adecuado, y que esto es de gran importancia. No creo, sin embargo, que encontrar un ordenamiento sea suficiente. Según entiendo, no son los sistemas los que producen la cultura, sino las culturas las que producen sus sistemas. Vale decir: no es la forma la que crea el contenido, sino el contenido el que produce la propia forma. Y eso significa que nosotros, que queremos construir un orden mundial más humano, más justo, más tradicional y armonioso que el actual, debemos buscar ante todo sentar las bases en nuestras propias vidas, para elevar a la sociedad, liberar a los hombres de la jaula del capitalismo mundial, reabrir nuestro mundo terrenal a los valores de la trascendencia. Si lo logramos, si procedemos en este sentido, si plasmamos el contenido, entonces la forma vendrá por sí misma. La comunidad que vive la tradición humana universal y se construye en el centro de ella, es capaz de hacer humano incluso los peores sistemas; pero una sociedad sin valores, modernista y decadente hunde hasta un nivel impuro y brutal incluso el mejor sistema que se haya inventado.
Mi esperanza es que Rusia y los rusos, así como Hungría y mi nación, los húngaros, sean en este camino las antorchas que primero arrojarán luz al mundo.
(Traducción del húngaro al italiano C. M.)
* Gábor Vona es el presidente del Movimiento por una Hungría Mejor, conocido como Jobbik. Se ofrece aquí el discurso que realizó en mayo de 2013 en la Universidad de Lomonosov de Moscú. Una entrevista con Gábor Vona apareció en el n. 2/2013 de la revista Eurasia. Revista de Estudios geopolíticas.
(Traducción al español de Página Transversal)
Más sobre Gábor Vona en La Cuarta Teoría Política en español.
Fuente: The Fourth Political Theory.
Lástima no tener un político que piense y hable así de clarito en España.