por Alexander Dugin – La próxima guerra como concepto
La guerra contra Rusia es por ahora el tema más discutido en Occidente. Todavía es una sugerencia y una posibilidad. Puede llegar a ser realidad en función de las decisiones adoptadas por todas las partes implicadas en el conflicto de Ucrania – Moscú, Washington, Kiev, Bruselas.
No quiero discutir aquí todos los aspectos y la historia de este conflicto. Propongo en cambio el análisis de sus profundas raíces ideológicas. Mi punto de vista de los principales eventos se basa en la Cuarta Teoría Política, cuyos principios he descrito en el libro que bajo el mismo nombre apareció en inglés [*] en la editorial Arktos hace unos años.
Por lo tanto, no voy a estudiar la guerra de Occidente con Rusia evaluando sus riesgos, peligros, problemas, costos o consecuencias, sino el significado ideológico de la misma a escala global. Voy a pensar en el significado de semejante guerra y no en la guerra en sí (real o virtual).
La esencia del liberalismo
En el Occidente moderno hay una ideología dominante, el liberalismo. Tiene muchos tipos, versiones y formas, muchas sombras, pero la esencia es siempre la misma. El liberalismo tiene en su estructura fundamental interior los siguientes principios axiomáticos:
• Individualismo antropológico (el individuo es la medida de todas las cosas);
• Progresismo (el mundo va hacia el mejor futuro, el pasado es siempre peor que el presente);
• Tecnocracia (el desarrollo técnico y el rendimiento efectivo se toman como el modo más importante de juzgar la naturaleza de la sociedad);
• Eurocentrismo (las sociedades euro-americanas son aceptadas como el estándar para medir al resto de la humanidad);
• La economía es el destino (la economía de libre mercado es la única forma de sistema económico normativo – todos los restantes tipos deben ser reformados o destruidos);
• La democracia es el dominio de las minorías (que se defienden contra la mayoría que es siempre propensa a degenerar en totalitarismo, en «populismo»);
• La clase media es el único actor social existente real y la norma universal (independiente del hecho de si una persona ya ha llegado a este estado o está en camino de convertirse en parte de la clase media, representando por un momento una clase media hipotética);
• Unimundialismo, globalismo (los seres humanos son esencialmente lo mismo con una sola distinción – la individual – el mundo debe integrarse sobre la base individual, el cosmopolitismo, una ciudadanía mundial).
Estos son los valores fundamentales del liberalismo y la manifestación de una de las tres tendencias originadas en la Ilustración junto con el comunismo y el fascismo, que propugnan interpretaciones alternativas del mismo espíritu de la modernidad.
Durante el siglo XX el liberalismo venció a sus rivales, y después de 1991 se ha convertido en la única ideología dominante a escala mundial.
La única libertad de elección en el reino del liberalismo global era entre el liberalismo de derecha, el liberalismo de izquierda o el liberalismo radical, incluyendo el liberalismo de extrema derecha, el liberalismo de extrema izquierda y el liberalismo ultra radical. Así que el liberalismo se instaló como el sistema operativo de las sociedades occidentales y del resto de las sociedades que se encuentren en la zona de influencia occidental. A partir de un determinado momento, es el denominador común de todo discurso políticamente correcto, la marca de los aceptados por la política dominante o de los rechazados a la marginalidad. La sabiduría convencional en sí misma devino liberal.
Geopolíticamente, el liberalismo se inscribe en el modelo norteamericanocéntrico, en el que los anglosajones son el núcleo étnico y la sociedad euro-americana atlantista, la OTAN, representa el núcleo estratégico del sistema de seguridad mundial. La seguridad mundial fue equiparada con la seguridad de Occidente y en última instancia con la seguridad estadounidense. Así que el liberalismo no es sólo poder ideológico, sino también poder político, militar y estratégico. La OTAN es liberal en sus raíces. Defiende las sociedades liberales, lucha por el liberalismo.
El liberalismo como nihilismo
Hay un punto en la ideología liberal que es responsable de su crisis actual. El liberalismo es profundamente nihilista en su centro. El conjunto de valores que defiende el liberalismo está esencialmente ligado a la tesis principal: la libertad, la liberación. Pero la libertad en la visión liberal es una categoría esencialmente negativa: pretende ser libre de (JS Mill), pero no ser libre para. Esto no es secundario, es la esencia del problema.
El liberalismo es una lucha contra todas las formas de identidad colectiva, en contra de todo tipo de valores, proyectos, estrategias, objetivos, fines, etc. que sean colectivistas, o al menos no individualistas. Esa es la razón por la cual uno de los más importantes teóricos del liberalismo, Karl Popper (siguiendo a F.V. Hayek), en su importante libro The Open Society and Its Enemies [La sociedad abierta y sus enemigos] (considerado por George Soros como su biblia personal), afirma que los liberales deben luchar contra cualquier ideología o filosofía política (desde Platón y Aristóteles hasta Marx y Hegel), que proponga a la sociedad humana alguna meta común, algún valor común, algún sentido común. Cualquier meta, cualquier valor, cualquier significado en la sociedad liberal (en la sociedad abierta) debe ser estrictamente individual. Así que los enemigos de la sociedad abierta (este modelo liberal de sociedad abierta es precisamente el que se considera como el propio de la actual sociedad occidental después de 1991, y como la norma global para el resto del mundo) son concretos. Los principales enemigos son el comunismo y el fascismo (ambos derivados de la misma filosofía de la Ilustración, con conceptos centrales no individuales: la clase en el marxismo, la raza en el nacional-socialismo, el Estado nacional en el fascismo). Así que el sentido de la lucha del liberalismo frente a las alternativas modernas existentes (el fascismo o el comunismo) es bastante obvio. Los liberales pretenden liberar a la sociedad del fascismo y del comunismo, de los dos principales versiones modernas (explícitamente no individualistas) de totalitarismo. La lucha del liberalismo en el proceso de liquidación de las sociedades no liberales es bastante elocuente: adquiere su significado del hecho de que existen ideologías que se niegan explícitamente a aceptar al individuo como su valor más alto. Está bastante claro contra qué es esa lucha. La liberación de es a lo que está dirigida. Pero el hecho de que la libertad (como es concebida por los liberales) sea esencialmente una categoría negativa no se percibe claramente aquí. El enemigo está aquí y es concreto. Este mismo hecho confiere al liberalismo contenido concreto. No existe una sociedad abierta y su existencia de hecho es suficiente para justificar el proceso de liberación.
El periodo unipolar: amenaza de implosión
En 1991, cuando la URSS cayó como último rival del liberalismo occidental, algunos occidentales (como F. Fukuyama) proclamaron el fin de la historia. Muy lógicamente: no había ya ningún enemigo explícito más de la sociedad abierta – por lo tanto, no había más historia, que durante la Modernidad precisamente consistió en la lucha entre las tres ideologías políticas (liberalismo, comunismo y fascismo) por la herencia de la Ilustración. Ese fue, estratégicamente hablando, el momento unipolar (Ch. Krauthammer). Este período entre 1991 y 2014, con el punto medio del ataque de Bin Laden contra el WTC, fue realmente el período de la dominación global del liberalismo. Los axiomas del liberalismo fueron aceptados por los principales actores geopolíticos, incluyendo China (en su economía) y Rusia (en la ideología, la economía y el sistema político). Había liberales y futuros liberales, no-todavía liberales, liberales no-suficientemente-liberales, y así sucesivamente. Las excepciones reales y explícitas eran pocas (Irán, Corea del Norte). Así que el mundo se convirtió en liberal por axioma ideológico.
Ese fue precisamente el momento más importante en la historia del liberalismo. Había vencido a sus enemigos pero, al mismo tiempo, los había perdido. El liberalismo es esencialmente la liberación, la lucha contra lo que no es liberal (todavía o en absoluto). Así que el liberalismo adquirió de sus enemigos su significado real, su contenido. Cuando la elección es entre no libertad (representada por una sociedad totalitaria concreta) o libertad, muchos optan por la libertad sin considerar libertad para qué, libertad de hacer qué … Cuando existe una sociedad no liberal el liberalismo es positivo. Comienza a mostrar su esencia negativa sólo después de su victoria.
Después de la victoria de 1991, el liberalismo entró en su fase implosiva. Después de haber derrotado al comunismo, así como al fascismo, descansaba en soledad. Sin ningún enemigo al que combatir. Y ese fue el momento para comenzar su lucha interior, la purga liberal de las sociedades liberales, tratando de acabar con los últimos elementos no liberales – sexismo, incorrección política, desigualdad entre los sexos, cualquier resquicio donde descansara la dimensión no individual en las instituciones del Estado, la Iglesia, etc. Así que el liberalismo necesita un enemigo para liberar de. De lo contrario, pierde sus contenidos, su nihilismo implícito se vuelve demasiado sobresaliente. El triunfo absoluto del liberalismo es su muerte.
Ese es el significado ideológico de la crisis financiera de principios de 2000 y de 2008. Los éxitos y no los fracasos de la nueva economía puramente financiera (del turbocapitalismo según G. Lytwak), son los responsables de su colapso. La libertad para hacer lo que quieras, pero sólo a escala individual, provoca la implosión de la personalidad. El ser humano pasa al reino de lo infra-humano, a los dominios sub-individuales. Y aquí se encuentra con la virtualidad. Como un sueño sub-individual, la libertad de cualquier cosa. Eso es la evaporación de lo humano. El imperio de la nada como última palabra de la victoria total del liberalismo. El posmodernismo prepara el terreno para el reciclaje pos-histórico auto-referencial del sin-sentido.
Occidente en la necesidad de un enemigo
Usted puede preguntarse: ¿qué demonios tiene que ver todo esto con la (presumible) próxima guerra con Rusia? Estoy listo para responder ahora.
El liberalismo ha vencido a escala global. Es un hecho desde 1991. E inmediatamente ha comenzado a implosionar. Ha llegado al punto terminal y ha comenzado a liquidarse así mismo. La inmigración masiva, el choque de culturas y civilizaciones, la crisis financiera, el terrorismo virtual, el aumento del etnismo son señales del caos que se aproxima. De modo que este caos pone en peligro el orden. Cualquier tipo de orden, incluyendo el propio orden liberal. Cuanto más éxito tiene el liberalismo, tanto más se acerca a su fin. Y al fin del mundo actual. Aquí estamos tratando con la esencia nihilista de la filosofía liberal, con la nada como el principio ontológico interno de la libertad de (yo). Arnold Gehlen, antropólogo alemán, define justamente al ser humano como un «ser carente» [incompleto, desprovisto], Mangelwesen. El hombre en sí mismo es nada. Toma todo lo que compone su identidad a partir de la sociedad, de la historia, de la gente, de la política. De modo que si él vuelve a su pura esencia, allí puede reconocer nada. El abismo se oculta detrás de los restos fragmentados de los sentimientos, los pensamientos vagos, los deseos borrosos. La virtualidad de las emociones infrahumanas es un fino velo, y detrás está la pura oscuridad. Por lo tanto, el descubrimiento explícito de esta base nihilista de la naturaleza humana es el último logro del liberalismo. Pero eso es el fin. Y es el fin también para aquellos que utilizan el liberalismo para sus propios fines, los beneficiarios de la expansión liberal, los amos de la globalización. Cualquier orden cae ante una emergencia tal de nihilismo. El orden liberal también.
Así que con el fin de salvaguardar el dominio de los beneficiarios del liberalismo, necesitan dar un cierto paso atrás. El liberalismo adquirirá su sentido de nuevo únicamente tratando con una sociedad no liberal una vez más. Dar un paso atrás es la única manera de salvar el resto del orden, para salvar al liberalismo de sí mismo. De esta forma aparece en el horizonte la Rusia de Putin. No antiliberal, no totalitaria, no nacionalista, no comunista. Más bien todavía no demasiado liberal, no totalmente liberal-demócrata, no suficientemente cosmopolita, no tan radicalmente anti-comunista. Pero en el camino de llegar a ser liberal. Paso a paso. En el proceso de ajuste gramsciano de la hegemonía, en el transformismo [**].
Pero en la agenda global del liberalismo (los EEUU, la OTAN), hay necesidad de otro actor, de otra Rusia que justificaría el orden en el campo del ámbito liberal, ayudando a movilizar a un Occidente que se cae a pedazos por sus problemas internos, para proporcionar un cierto retraso a la irrupción inevitable del nihilismo interior y salvar así al liberalismo de su próximo lógico final. Es por eso que necesitan tanto a Putin, a Rusia, la guerra. Es la única solución para evitar el caos en Occidente y para salvar el resto de su orden.
En este juego ideológico Rusia debe justificar la existencia misma del liberalismo, porque ese es el enemigo que da significado a la lucha de la sociedad abierta, que lo ayuda a consolidarse y a continuar afirmándose a nivel mundial.
El Islam radical (Al-Qaeda) era otro candidato para este papel, pero tal enemigo carecía de estatura. Fue utilizado, pero a escala local. Justificaba las intervenciones en Afganistán, la ocupación de Irak, ayudó a derrocar a Gaddafi, a iniciar la guerra civil en Siria. Pero era también demasiado débil e ideológicamente primitivo para representar el verdadero reto que necesitan los liberales.
Rusia – el enemigo geopolítico tradicional de los anglosajones – es mucho más serio como oponente. Se adapta bien a cualquier demanda – la historia y la memoria de la guerra fría siguen vivas en la mente. El odio hacia Rusia es la cosa más fácil de provocar con relativamente escasos medios. Esto es por lo que creo que la guerra con Rusia es posible. Es necesaria ideológicamente como último medio para retrasar la implosión final del Occidente liberal. Un paso atrás.
Para salvar el orden liberal
Teniendo en cuenta los diferentes niveles de este concepto de «guerra con Rusia», sugiero algunos puntos.
• La guerra con Rusia ayuda a retrasar el desorden común a escala global. La mayoría de los países, estando involucrados en la economía liberal, compartiendo los axiomas y las instituciones de la democracia liberal, y siendo dependientes o directamente controlados por EEUU y la OTAN, se consolidará una vez más al lado del Occidente liberal en su marcha contra el Putin no-liberal. Esto puede servir como una reafirmación del liberalismo como identidad positiva cuando esta identidad se está disolviendo debido a su esencia nihilista.
• La guerra con Rusia fortalecería a la OTAN y por encima de todo a sus socios europeos, que serán obligados una vez más a considerar a la hiperpotencia estadounidense como algo positivo y útil, y no más bien como algo obsoleto después de la guerra fría. En el miedo ante los rusos malos que avanzan, los europeos se sentirán de nuevo leales a los EEUU, su salvador. Así será reafirmado el papel de liderazgo de los EEUU en la OTAN.
• La UE se está cayendo a pedazos. La amenaza común de los rusos podría evitar su ruptura final, movilizando a sus sociedades hacen que la gente esté una vez más dispuesta a defender sus libertades y valores ante la presión del Imperio de Putin.
• Ucrania y la Junta de Kiev necesitan la guerra para justificar y tapar todas las fechorías consumadas por el Maidan a nivel judicial y constitucional, para suspender la democracia (que impediría su dominio en los distritos sudorientales, mayoritariamente pro-rusos), e implantar el dominio y el orden nacionalista por medio de medidas excepcionales.
El único país que no quiere la guerra ahora es Rusia. Sin embargo, Putin no puede dejar que este gobierno radicalmente anti-ruso tenga un país con una mitad de la población rusa y muchas zonas pro-rusas. Si lo permite, estará acabado a nivel internacional y doméstico. Así que, a regañadientes, acepta la guerra. Y una vez que entre en ella no habrá otra solución para Rusia más que ganarla.
No me gusta especular sobre los aspectos estratégicos de la guerra. Eso se lo dejo a otros analistas cualificados. Quisiera formular algunas ideas relativas a la dimensión ideológica de esta guerra.
Encuadrando a Putin [***]
El significado de esta guerra contra Rusia está en que es el último esfuerzo para salvar al liberalismo de implosionar. Siendo así, los liberales necesitan definir ideológicamente a la Rusia de Putin – obviamente, identificándola como un enemigo de la sociedad abierta. Pero en el tesauro [catálogo] de las ideologías modernas, sólo hay tres versiones principales. El liberalismo, el comunismo y el fascismo (nazismo). Está bastante claro que el liberalismo está representado por todos excepto por Rusia (EEUU, la OTAN, Euromaidán, la Junta de Kiev). Por lo tanto, quedan el comunismo y el fascismo. De este modo, Putin se convierte en un soviet, un comunista del KGB. Esta imagen se venderá al público occidental más estúpido. Sin embargo, algunos aspectos de la reacción patriótica de la población pro-rusa y anti-Banderista (la defensa de los monumentos de Lenin, los retratos de Stalin y la memoria de la IIGM), podrían confirmar esta idea. El nazismo y el fascismo están demasiado alejados de Putin y de la Rusia moderna, pero el nacionalismo ruso y el imperialismo ruso serán evocados en la construcción de la imagen del Gran Mal. De manera que Putin es un nacionalista, un fascista y un imperialista. Eso funcionará en otros occidentales. Putin puede ser ambos, comunista y bolchevique, al mismo tiempo, por lo que será representado como un nacional bolchevique (aunque eso es un poco complicado de vender al completamente ignorante público occidental posmoderno). Es obvio que en la realidad Putin no es ninguna de esas cosas – no es un comunista, ni un fascista, ni ambas cosas a la vez. Él es un realista político (en el sentido de las relaciones internacionales – es por eso que le gusta Kissinger y a Kissinger, a cambio, le cae bien él). No tiene ideología alguna. Pero será obligado a adaptarse al marco ideológico. No es su elección. Estas son las reglas del juego. En el curso de la guerra contra Rusia, Putin será encuadrado y ese es el aspecto más interesante y apasionado de la situación.
La idea principal es que los liberales tratarán de definir ideológicamente a Putin como una sombra del pasado, como un vampiro, «ellos a veces regresan». Esa es la razón misma del paso atrás dado para librar al liberalismo de una implosión final. El mensaje principal es que el liberalismo está muy vivo y lleno de fuerza porque en el mundo todos debemos ser liberados de. Rusia se convierte en el objeto de liberación. El objetivo es liberar a Ucrania (a Europa, a la humanidad) de Rusia, y al final, liberar a Rusia de sí misma, de su identidad no liberal. Por lo tanto, tenemos un enemigo. Tal enemigo proporciona al liberalismo una vez más su razón de ser. Así que Rusia es el desafío del pasado pre-liberal arrojado al presente liberal. Sin tal desafío no hay más vida en el liberalismo, no hay más Orden en el mundo, todo se disuelve e implosiona. Con tal desafío, el gigante en caída del globalismo adquiere nuevo vigor. Rusia está aquí para salvar a los liberales.
Pero para poder hacer esto Rusia debe ser ideológicamente encuadrada como algo pre-liberal. Así que debe ser una Rusia comunista, fascista o al menos nacional-bolchevique. Esa es la regla ideológica. Así que hay una tarea más profunda que la de luchar con Rusia o la de considerar simplemente luchar o no luchar, y es encuadrar a Rusia ideológicamente. Eso se hará desde dentro y desde fuera. Intentarán obligar a Rusia a aceptar el comunismo o el nacionalismo, o tratarán a Rusia como si fuera comunista o nacionalista. Es un juego de encuadramiento.
La Rusia post-liberal: la primera guerra de la 4PT
Lo que propongo para concluir es lo siguiente:
Tenemos que combatir conscientemente cualquier tentación de encuadrar a Rusia como potencia pre-liberal. No podemos permitir que los liberales se salven del fin que fatalmente se aproxima. Necesitamos no retrasarlo, tenemos que acelerarlo. Para hacerlo, tenemos que presentar a Rusia no como una entidad pre-liberal, sino como una fuerza revolucionaria post-liberal que lucha por un futuro alternativo para todos los pueblos del planeta. La guerra de Rusia será no por los intereses nacionales de Rusia, sino por un mundo multipolar justo, por la verdadera dignidad y la verdadera libertad positiva – no la libertad de, sino la libertad para. En esta guerra, Rusia se convertirá en un ejemplo de la defensa de la Tradición, de los valores orgánicos conservadores, de la verdadera liberación precisamente de la sociedad abierta y sus beneficiarios – la oligarquía financiera mundial. Esta guerra no es contra Ucrania o una parte de los ucranianos. Tampoco contra Europa. Es contra el (des)orden liberal mundial, y no vamos a salvar al liberalismo, vamos a darle muerte de una vez y para siempre. La modernidad era esencialmente mala. Estamos en el punto terminal de la Modernidad. Para aquellos que hicieron de la Modernidad su propio destino, o dejaron que lo fuera inconscientemente, eso significará el verdadero final. Pero para aquellos que están del lado de la verdad eterna de la Tradición, de la Fe, de la esencia humana espiritual e inmortal, será un nuevo comienzo.
La lucha más importante ahora es la lucha por la Cuarta Teoría Política. Es nuestra arma, con ella vamos a impedir el encuadramiento de Putin tal y como los liberales desean, y a reafirmar a Rusia como el primer poder ideológico posliberal, que lucha contra el liberalismo nihilista en aras de un futuro multipolar y realmente libre.
(Traducción Página Transversal)
Fuentes: Fourth Way Platform y Legio Victrix
Notas del traductor
* Existe traducción española: La Cuarta Teoría Política, ENR, Barcelona, 2013. Se puede solicitar a Ediciones Fides.
** Gramsci caracteriza el “transformismo” como “la absorción gradual, pero continua y obtenida con métodos diversos según su eficacia, de los elementos activos surgidos de los grupos aliados, e incluso de aquellos adversarios que parecían enemigos irreconciliables. En este sentido la dirección política ha devenido un aspecto de la función de dominio, en cuanto la asimilación de las elites de los grupos enemigos los decapita y aniquila por un período frecuentemente muy largo” (Cuadernos V, 387)
*** En el ámbito de la teoría social se denomina encuadre (en inglés, frame) a un esquema de interpretación — o sea a una colección de anécdotas y estereotipos— en los cuales se basan los individuos para entender y responder a eventos. En términos simples, las personas adquieren y construyen a lo largo de sus vidas, una serie de filtros mentales emocionales. Ellos utilizan estos filtros para darle sentido al mundo. Las decisiones que toman se encuentran influidas por sus encuadres o filtros emocionales. Encuadrar, en estudios de medios, sociología y psicología, se refiere a la construcción social de un fenómeno social por las fuentes de medios de masas o movimientos u organizaciones políticas o sociales específicas. Es un proceso inevitable de influencia selectiva sobre la percepción del individuo de los significados atribuidos a las palabras o frases. Un encuadre define el envoltorio de un elemento de retórica de manera tal de alentar ciertas interpretaciones y desalentar otras.
Comentarios recientes