por Álvaro Hauschild – Lo que hoy se divide en derecha e izquierda, en el siglo XVIII representaba un único grupo: el de los liberales, los ilustrados. Es una ilusión, por lo tanto, creer que la política se reduce a este dualismo; primero porque excluye de antemano cualquier pensamiento no-moderno y no-ilustrado y, en segundo lugar, porque la completa indefinición de estos conceptos relativiza todo debate político, creando confusiones profundas y absurdas que no pueden existir en un medio que busca una solución a los problemas políticos.
No vamos a exponer aquí lo que se entiende por derecha e izquierda, porque los aspectos absurdamente diversificados de cada una acaban por confundir ambas en una sola cosa. Las múltiples nociones de libertad se pueden encontrar tanto en un lado como en el otro, lo que dificulta un análisis genuino de ambos lados. Las nociones de Estado mínimo y máximo, de igualdad y dignidad humana, que se derivan del principio de libertad, son completamente relativizadas en este debate, por lo que nos encontramos de un mismo lado opiniones completamente antagónicas y, en lados opuestos, idénticas, lo que hace que su encuadramiento en la «derecha» o en la «izquierda» sea sólo una cuestión de interpretación arbitraria de los conceptos tratados. La propia identificación de la derecha con el capitalismo y de la izquierda con el comunismo es absurda, porque tenemos, por ejemplo, auto denominados derechistas alabando un Estado protector, criticando la desaparición del Estado en la izquierda, y otros derechistas que alaban un Estado mínimo y meramente regulador, criticando el «Estado máximo» de la izquierda, y así sucesivamente.
En la propia dicotomía capitalismo-comunismo, huyendo de los conceptos de derecha e izquierda, nos encontramos con el mismo problema. Después de todo, ¿el capitalismo es un monstruo normativizador y opresor o es una anarquía social y económica? Y el comunismo, ¿es un monstruo normativizador y opresor o es una anarquía social y económica? Ahora, ¿por qué no aceptar ambas hipótesis, tanto para el capitalismo como para el comunismo? Ambos anulan el valor, el carácter, la personalidad humana, atomizan al hombre (es decir, individualizan) al mismo tiempo que universalizan la sociedad, rumbo a un colectivismo absoluto – en ambos, el hombre es reducido a un número, en ambos es «uno más», en ambos la igualdad, lo que significa indiferenciación y desvalorización de los talentos y los caracteres. Ambos nivelan a los hombres y dan valor a la suma de los individuos, destruyendo el derecho de los talentosos, oprimiéndolos con el ruido de la «mayoría». Es el poder de la mayoría, la ley de la selva, no de la inteligencia y la dignidad humana. Para ambos, podemos hacer esta proyección, sirve la democracia, que no es más que el poder de las masas y de las «asociaciones financieras libres»; todos son masa y, si quieren, también pueden ascender en la sociedad y formar parte de estas «asociaciones financieras libres» que no son sino los oligopolios «posibles para todos». En el fondo, la democracia no pasa de ser ser la más terrible hipocresía, y el capitalismo y el comunismo apenas formaciones incompletas de esta hipocresía que se complementan y colaboran entre sí. El capitalismo es un liberalismo que carece de la necesaria comunión con el comunismo, y el comunismo es un liberalismo que carece de la necesaria comunión con el capitalismo. La democracia, la social democracia, es el modelo ideal de la sociedad liberal, moderna, que después de una breve e inestable división a principios del siglo XX, se encuentra de nuevo al acabar el siglo para finalizar su proyecto en el siglo XXI. Y la finalización de este proyecto abre una nueva etapa en Occidente: el globalismo, la posmodernidad, la poshistoria, el inhumano mundo poshumano.
Algunos dirán incluso, sin embargo, que ni el capitalismo ni el comunismo son normativizadores, que son pluralizadores, diversificadores. Ahora bien, la normativización es la forma en que se dan estas desordenadas diversidades y viceversa: la atomización de la sociedad causa las dos, al mismo tiempo: todos se tornan, de repente, «iguales» y, por otro lado, cada uno tiene «su particularidad», o «su espacio», «su forma individual», desde el momento en que dicha igualdad no es una identidad metafísica, sino sólo una arbitrariedad, una valoración que da el mismo valor artificial a objetos (entes) distintos en el mundo (metafísicamente diverso). Toda esta confusión conceptual, ya lo dijimos y lo reafirmamos, se debe a la falsa seriedad que se le da a la lengua, metafísicamente limitada, se trata de una «seriedad» de carácter completamente moderno e ilustrado, analítico, lejos de las verdades ontológicas del mundo griego y medieval (patrístico y neoplatónico). Podemos decir lo mismo de los caracteres ilusoriamente dobles opresor-libertario y totalitario-anárquico de ambos regímenes: «liberan» al individuo al tiempo que lo aprisionan en un sistema de múltiples e infinitas delimitaciones y obligaciones; controlan todo a través del Estado al paso que liberan a cada cual en un medio donde un individuo interviene inevitablemente en la vida de otro. Cioran dijo que los sistemas filosóficos generan sistemas totalitarios y dictaduras opresivas, y esto es exactamente lo que vemos en el resultado de todas las sistematizaciones de la vida humana (en la ética, en la ciencia, en el derecho), desencadenadas por la filosofía desde los principios de la modernidad. Joven admirador de Hitler, entusiasta de la Guardia de Hierro de Codreanu, percibió que incluso los nacionalismos eran incapaces de escapar del destino sistemático, ciertamente porque la propia noción de «nación», bien expuesta por Alain de Benoist en su Nación e Imperio, también es un concepto falso y normativizador, arbitrario, dado a un conjunto de tradiciones que poco o nada tienen en común. Todo el error parte de la tentativa satánica de sistematizar lo insistematizable, que es el alma humana, y su aspecto social: la comunidad humana. Es inevitable que la crueldad, como todos los males que se derivan de un mal mayor, aparezca y domine como un cáncer, tanto a la sociedad como al hombre particular. El hombre quiso ser libre de las tradiciones, del sustrato ontológico, y acabó prisionero por un malentendido de origen meramente conceptual a través de la propia herramienta con la que traicionó a las tradiciones, una lengua delimitadora, por la confusión de lenguas – incapaz de superar su propia individualidad para un entendimiento [1] social, esencialmente humano (simbólico e intuitivo), aquí el hombre se pierde en el abismo de su total soledad; y cuanto más colectivo es el medio, más solo se siente, pues se hace más evidente la distancia que se causó entre el «yo» y el «tú».
Volviendo a las dicotomías de derecha-izquierda, capitalismo-comunismo, etc., podemos percibir cómo estos dualismos insolubles liberan una energía interminable que pone a toda la humanidad en movimiento para resolver lo insoluble (a remediar en el infinito), a través de remiendos sin fin y pequeñas reformas en los sistemas que sólo agravan y profundizan aún más la confusión general, y alimentan cruelmente la soledad humana, cuya alma fue secuestrada de su intuición de lo divino y por tanto de su íntima relación con Dios. Toda la urgencia con la que aumenta el consumismo, la multiplicidad de placeres y productos, los viajes, la tecnología, las leyes, se debe al error primordial – se trata de la desesperación del hombre, que en ningún lugar se encuentra a sí mismo, «su morada». Y ¿por qué? Porque se niega a volver la mirada en otra dirección, se niega a valorar lo bello, lo sagrado, como si se tratase de accesorios y no de la propia esencia humana, de la razón del hombre para ser (vivir y morir).
De este modo, tanto los auto proclamados de derecha como los auto proclamados de izquierda (incluso aquellos que se declaran de otras vías y opiniones, pero debaten a partir de la Weltanschauung ilustrada en general), insisten en discutir la economía o las leyes como cosas en sí, como si tuviesen en sí cualquier relevancia para el ser-ahí del hombre. Por eso niegan lo que según ellos son utopías: niegan el orgullo patriótico, ridiculizan el país, escupen en la bandera, sobrestiman lo exterior («en Francia esto, mientras que en Brasil [España N.d.T.]…»), y terminan con esto afeando todavía más su propia existencia debido al mezquino orgullo individualista. Pero no destruyen sólo su propia existencia, también corroen y destruyen la de otros, son catalizadores de un proceso de continuo distanciamiento con relación a Dios que está generalizado – sin llegar a violar a un niño físicamente, corrompen (lo que es equivalente a la violación) a miles, millones de ellos, lo que es algo obviamente mucho peor (pero es permitido por la ley, ¿no?, entonces está bien); la secularización, esta sobrevaloración de la ley, deshumaniza al hombre, lo arranca del centro de su propia existencia y le permite actuar contra sí mismo y contra todos los demás sólo porque un papel dice que puede. Hablamos en términos tan sencillos y cotidianos porque hoy ni los adultos son capaces de leer a Monteiro Lobato [*] y comprender, imaginemos entonces lo que sucede cuando tienen que lidiar con filosofía desnuda y cruda (no nos referimos aquí sólo al enciplopédico conocimiento de los autores, sino de la filosofía pura, del pensar natural del hombre), incluso si se trata de lo que es más simple y fundamental.
Continuando: lo contrario de la izquierda no es la derecha, ni del capitalismo es el comunismo – ambos se complementan entre sí, son hijos de una sola visión originaria a la que se puede llamar liberalismo. Por cierto, este fue el nombre utilizado por Dostoievski, por ejemplo, para referirse a todos los tipos modernos, racionalistas/empiristas, cientificistas, socialistas, capitalistas, que fueron a Rusia a divulgar las ideas modernas, en general, de Francia, de Alemania, de Inglaterra y de los EEUU; esto puede observarse no sólo en artículos y cartas del autor, sino también en sus libros, cuyos temas siempre aluden a estos elementos bien explícitamente. Sólo por nombrar algunos: Luzhin en Crimen y castigo, la sociedad secreta de Los Demonios, El Cocodrilo, Notas de invierno, etc. Pero, ¿qué son los «liberales»? Son aquellos que quieren «libertar», es decir, derribar imperios, quemar iglesias, apagar tradiciones y deshacer todos los vestigios que evidencian la dignidad ontológica del hombre; ¿y con qué propósito? Podemos llamar al propio Dostoievski para responder a esta pregunta: para permitir todo [2], para que no haya motivo para avergonzarse de nada ni impedir nada, y los placeres humanos sean explorados, buscados y realizados como manda el famoso laissez faire hedonista. En resumen, el hombre quiere liberarse de sus obligaciones religiosas ante Dios. Pero eso significa, a partir de eso, hacerse Dios, como Prometeo, que robó la luz [3] de Zeus, o como Lucifer, que tomó un trono para sí mismo y se declaró Rey del Mundo. Resulta que el hombre es una criatura, él precisa de Dios, y no para satisfacción de Él, sino de la Creación, lo que incluye al hombre accidentalmente, siendo él, sin embargo, el centro de la misma, el ser-para-el-mundo el ser-ahí en el mundo [4]. Si el hombre lo niega, y esto significa no sólo decir una blasfemia, sino actuar, pensar, orientarse en el mundo desde y para sí mismo, ónticamente, negando o descuidando la realidad ontológica, inmediatamente él se auto vacía, por qué no hay nada en él que sea finalmente sustancial, cuando en realidad, todo su ser subyace en un ser que lo sobrepasa absolutamente, pero que le es eternamente presente, inherente, nunca en el sentido de completa incognoscibilidad. Vacío, el hombre es como el mundo posapocalíptico, olvidado en un universo del que no puede salir ni morir; pues, si la existencia humana no tiene un motivo, si no es un camino a recorrer rumbo a una meta, ¿qué diablos sería? Además, sin razón de ser, ¿cómo puede algo existir? Por eso, negando la realidad, la verdad (ἀλήθεια), el hombre niega lo evidente, y se pierde a sí mismo – una confusión innecesaria y completamente ilusoria, como la de la chica que se tortura suponiendo que no gusta a cierta persona, incluso sabiendo que eso es pura ilusión y cosa de su cabecita dramática.
Este es el punto del liberalismo, de la Ilustración, del gesto de Napoleón coronándose a sí mismo, de la masonería y de muchos otros grupos derivados o adjuntos. Como Kant, que negó a Dios e instauró su principio supremo de moralidad; como Hobbes, que negó lo mismo instaurando el contrato social; como Copérnico que, negando lo mismo, puso la verdad sobre los instrumentos, los objetos, y los sentidos fisiológicos; pero también, como Santo Tomás, el que Lo negó reduciéndoLo a un ente, un concepto de su razón. No necesitaríamos citar a Descartes, uno de los más importantes elementos satánicos de la filosofía, que negó la realidad pura, la intuición de Dios, sustituyéndoLo por una conclusión racional, por la conclusión de un cálculo que, según él, es metafísico. A partir de entonces la filosofía se quebró, generando explosiones rebeldes y desordenadas, como Leibniz, Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard, que nunca más conseguirían alcanzar la armonía de la patrística en un Occidente atribulado, capaz de confundir y separar incluso a los mejores hombres unos de otros [5].
Dugin no yerra: percibe claramente dónde está el liberalismo geopolíticamente; lo que podría decirse, sin embargo, es que identifica liberalismo con capitalismo, dejando elementos del socialismo y del nacionalismo fuera. Así, el liberalismo dejaría de ser la ideología moderna originaria par excellence, siendo sólo una de las ideologías modernas. Aquí es donde puede surgir la confusión con la introducción de las Escuelas de Frankfurt y de Viena: ¿dónde están, después de todo? Tienen elementos tanto socialistas como capitalistas o nacionalistas, e influencian la posmodernidad en los países de Occidente a través de todo un universo abierto por los EEUU en el plano internacional. Por lo tanto, los EEUU no pueden ser meramente capitalistas, y no sería por eso que ellos representan el núcleo de la modernidad y de la posmodernidad que pretende apoderarse del mundo. Los EEUU, pues, representan el liberalismo, sí, pero no sólo el capitalismo: hacia él se dirigen también socialistas y nacionalistas, muchos de los cuales se auto denominan de «derecha». Los EEUU son el polo, el centro de la modernidad que tiende a engullir y aceptar todas las ideologías modernas. Los socialistas, los nazis, los neo-paganos, todos se oponen a la multipolaridad y a Rusia, en la polarización actual del mundo; todos se entregan a los brazos de Leviatán, que distribuye derechos y democracia con bombarderos. Todos los modernos, que pasivamente se identifican con algún aspecto de la modernidad, pudiendo tener los más distintos y variados aspectos, inmediatamente se colocan al lado de los EEUU.
Otra verdad: ya no hay más comunismo, ya no hay más Unión Soviética, del mismo modo que ya no hay un estado capitalista puro. Lo que sucedió fue una reunificación de todos los frentes dispersos de la modernidad y un fortalecimiento del núcleo de la OTAN, sobre todo en los EEUU. Es un hecho que los tentáculos de ese Leviatán alcanzan el mundo entero, pero como alguien que lucha contra el otro y busca engullirlo – el resto del mundo es lo diferente, aquello que no sería moderno o liberal si no fuera por los tentáculos. En pocas palabras, son las socialdemocracias, repletas de ONGs internacionales, privatizaciones, rellenas por una voluminosa y dominante clase media, el sujeto geopolítico del liberalismo posmodernizante. Países como Brasil, por razones históricas y políticas, lenta y dolorosamente ceden al poder internacional unipolarista, con la moral popular cada vez más baja debido a la acción interna de sociedades secretas y agentes financiados por empresas multinacionales, que inculcan en el pueblo el odio a la patria, incitan a la rebeldía sin causa, al clamor por las privatizaciones (que no son otra cosa más que robos, asaltos, al poder popular) y así sucesivamente, al mismo tiempo que ordenan a la clase media salir a las marchas con la camiseta de Brasil, en un horrendo acto de burla y blasfemia contra los símbolos más caros de la patria. Las Fuerzas Armadas, a su vez, incapaces de percibir esta burla sutil hecha contra ellas mismas, que se entregan a poderes cuya lealtad está en los EEUU, sucumben a la admiración de símbolos estratégicamente manipulados, tal y como ocurre con el «patriotismo» yanki, que primero ofrece la ceremonia al soldado y al pueblo y luego abandona al soldado en Oriente Medio y al propio pueblo en la pobreza extrema, a los pies de la Casa Blanca.
A diferencia de Brasil, Rusia prohíbe ONGs, desfiles gays y otras agendas liberales, los alimentos transgénicos; fortalece el patriotismo, aproxima el gobierno al pueblo y la patria a la naturaleza, lidera la Iglesia, y los éxitos en la geopolítica sólo crecen y aumentan, así como en la economía, como consecuencia. El pueblo brasileño tiene mucha fuerza, vitalidad, mucha tradición e historia, el potencial para la economía es gigantesco, para la explotación de las fuentes de energía es la mayor potencia mundial; también, todos lo sabemos, es hospitalario, cariñoso. Quedaría sólo actuar contra las sanguijuelas internacionales en todos los frentes para verse libres; pero aquí es fundamental dirigir el amor y la hospitalidad, sobre todo, hacía sí mismos, a despecho de los extranjeros y en favor de los brasileños, amor de patriota como de un cristiano que ama a otro, que ve la dificultad del otro, y lo ayuda. Las bellezas naturales de todo el país son diversas y variadas, las nacionalidades son variadas, cada cual con sus tradiciones – todas, sin embargo, cristianas y tradicionalmente medievales, descendientes de castellanos, caballeros, agricultores, peregrinos y sacerdotes, a no ser los indígenas, que hasta el día de hoy conservan y luchan por conservar sus tradiciones contra la urbanización moderna y la nacionalización (estandarización) del gobierno liberal y de las iniciativas privadas – tenemos una tradición viril de colonizadores y campesinos religiosos, tenemos mujeres hermosas, hermosos folclores (indígena, ibérico, africano, germánico), hermosa literatura (Lobato, Suassuna, Alencar), música hermosa (Villa Lobos, MPB). Todo esto basta para que un grupo de políticos dé al pueblo lo que quiere; la lucha contra los internacionalistas evidentemente es difícil, pero un pueblo lleno de su propia belleza no se tumba una segunda vez, está despierto en el ser, y comienza a actuar de forma espontánea, participa activamente en la lucha.
Pero la belleza no es bullicio, no es fiesta, no es confusión masiva de múltiples y encontradas opiniones sin sentido; la belleza es un aspecto divino y, consecuentemente, del propio ser del hombre – lo silenciosamente sutil y sublime, aquello que es grande, mayor que los cielos, sin embargo, ¡tan íntimo, tan próximo! La belleza es la armonía de la multiplicidad en un todo uno, las múltiples tradiciones, preservadas, cada cual en un pequeño espacio de nuestro Brasil, cada cual cerca de sus bosques, valles y montañas, cada cual con su propio grupo étnico, su familia, sus colores, sabores, sus propias canciones y leyendas populares. Esto es lo bello. Esto es el hombre, esto somos nosotros, y es esto lo que necesitamos, aquí está contenido el misterio de nuestra verdadera libertad y felicidad, nuestra creatividad que surge de la auto comprensión a través de lo orgánico y natural, en oposición a lo artificial, lo económico, lo cosmopolita, lo mecánico…
Comúnmente, los conceptos fragmentarios como «derecha», «izquierda», «socialismo», «nacionalismo», vistos a priori desde un punto de vista burgués, urbano, tecnicista, secular, individualista, esencialmente moderno, son conscientemente fomentados en las disputas populares, con el fin únicamente de dividir al pueblo y obligarlo a gastar energías para competir por aspectos de una misma realidad, lados de un mismo polígono, tomado como presupuesto por las élites modernas – es una manera de hacer que el pueblo se comprenda a sí mismo únicamente en la violencia, y olvidar que la verdadera oposición está más allá de estos conceptos, así como la salvación está también más allá de ellos. Toda lucha que se cierra en lo social y en lo económico es una lucha miope, que no ve más allá de las sombras y las fantasías del mundo moderno.
Y sin ser necesariamente integralistas, dejemos que Plinio Salgado concluya este artículo:
«Hablando de verdad, le pregunto: ¿existe una verdad de «derecha» y otra de «izquierda»? ¿Dónde está la verdad? ¿Cómo llegamos a la verdad?
Respondo diciendo que no existe una verdad de «derecha» o de «izquierda, porque en el sistema mundial, en la esencia del cosmos, no existe ni «izquierda» ni «derecha», y sí condiciones de movimientos y procesos de expresión de fuerzas eternas, de una manera inmutable.
La verdad está en el Absoluto de las cosas». [6]
NOTAS
[1] Entender: intendere, tender a/para, tensar para, ajustarse en, ligarse con, conectar-se; también en el sentido de saber o conocer la razón de algo, comprender al otro. Entender: estar con el otro (y por esa sola razón entender, saber, conocer, este otro). Del mismo modo, conocer: el hombre conoce a la mujer, o sea, el hombre se conecta con la esencia de ella, o sea, conoce su belleza, o sea, se ve a sí mismo en esta belleza. En la Biblia, conocer significa: unión, unidad, matrimonio: Noé conoció a su mujer, y ella dio a tales y tales hijos. Por lo tanto, no puede haber conocimiento ni entendimiento en un modo objetivante de ver las cosas (a través de la Weltanschauung ilustrada), que separa sujeto (cognoscente) y el objeto (conocido). ἐντελέχεια ([ἐν] τέλος ἔχειν): al fin, para el fin, uno en el Absoluto.
[2] Tema presente en varias obras del autor y filósofo ruso: si Dios no existe, todo está permitido. Especial atención a Братья Карамазовы (Los hermanos Karamazov) y Бобок (Bobok).
[3] De ahí el iluminismo, la «luz» del hombre contra Dios.
[4] Leer Ser y Tiempo, Heidegger, M.
[5] Es con la fenomenología, especialmente en Heidegger, que muchas de las ideas y conceptos vacíos y confusos de la tradición vuelven a encontrarse en un debate nuevo, orientado y dirigido a Platón. Si ese proyecto dará resultados significativos, todavía no se puede decir.
[6] aquartahumanidade.blogspot.com.br «Verdades de» derecha «e» izquierda «(1933)».
(Traducción Página transversal).
Fuente: The Fourth Political Theory y Legio Victrix y Forças da Angústia.
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Notas de la traducción:
[*] José Bento Renato Monteiro Lobato fue uno de los más influyentes escritores de literatura infantil en Brasil durante el siglo XX.
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