La Cuarta Teoría Política (4TPes)

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Mito, Utopía & Realismo pluriversal

LEONID SAVIN

por Leonid Savin – Georges Sorel divide las formaciones sociales y políticas en dos tipos: (1) aquellas que tenían un mito como base de su ideología, y (2) aquellas que apelaron a las ideas utópicas. La primera categoría la atribuye al socialismo revolucionario, donde los verdaderos mitos revolucionarios no son descripciones de fenómenos, sino la expresión de la voluntad humana. La segunda categoría son los proyectos utópicos, que él atribuyó a la sociedad burguesa y el capitalismo.

En contraste con el mito, con sus actitudes irracionales, la utopía es un producto del trabajo mental. Según Sorel, es el trabajo de los teóricos que tratan de crear un modelo con el cual criticar la sociedad existente y medir el bien y el mal dentro de ella. La utopía es un conjunto de instituciones imaginarias, pero que también ofrece un montón de analogías claras para las instituciones reales.

Los mitos nos instan a luchar, mientras que la utopía tiene como objetivo la reforma. No es casual que algunos utopistas, después de adquirir experiencia política, a menudo se convierten en hábiles hombres de Estado.

El mito no puede ser refutado, ya que es sostenido en concierto como una creencia de la comunidad y por lo tanto es irreductible. Las utopías, sin embargo, pueden ser consideradas y rechazadas.

Como sabemos, las diversas formas de socialismo, tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político, en realidad estaban construidas sobre mitos, como se evidencia fácilmente en las obras de sus defensores. Basta con recordar El mito del siglo XX de Alfred Rosenberg, quien se convirtió en un apologista del nacional socialismo alemán.

En el extremo opuesto del socialismo también vemos una base mitológica, aunque sea analizada post-facto. Incluso cuando Marx dijo que el proletariado no necesita mitos que son destruidos por el capitalismo, Igor Shafarevich demostraba concluyentemente la relación de las expectativas escatológicas del cristianismo primitivo y el socialismo. La Teología de la Liberación en América Latina también confirma la fuerte presencia del mito en el trabajo dentro del socialismo de izquierda en el siglo XXI.

Si hablamos en términos de la segunda y la tercera teorías políticas, que han luchado con el liberalismo, es pertinente recordar el comentario de Friedrich von Hayek, quien en su obra Camino de servidumbre señala que, «en febrero de 1941, Hitler consideró oportuno decir en un discurso público que el nacional socialismo y el marxismo son básicamente la misma cosa».

Por supuesto, esto no disminuye la importancia del mito político moderno, y también explica el odio hacia él expuesto por los representantes del liberalismo moderno. Por lo tanto, las alternativas políticas alternativas – sea la Nueva Derecha, el indigenismo, o el eurasianismo – presentan una nueva amenaza totalitaria para los neoliberales. Los liberales, tanto clásicos como neo, nos niegan nuestros ideales, porque piensan que son en gran parte de carácter mitológico y por lo tanto no pueden ser traducidos a la realidad.

Ahora, volvamos a la utopía. La economía política liberal, como señaló correctamente Sorel, es, en sí, uno de los mejores ejemplos de pensamiento utópico. Todas las relaciones humanas son reducidas a la forma del intercambio del libre mercado. Este reduccionismo económico es presentado por los utopistas liberales como una panacea para los conflictos, los malentendidos, y para todo tipo de distorsiones que surgen en las sociedades.

La doctrina del utopismo surgió de las obras de Tommaso Campanella, Francis Bacon, Thomas More, y Jonathan Swift, así como de los filósofos liberales como el líder de los radicales británicos Jeremy Bentham. La encarnación de la utopía fue erigida en un primer momento sobre una rígida política de regulación, que, al mismo tiempo, incluía la violencia como una forma de coacción sobre sus ciudadanos. A continuación, pasó a la expansión colonial, lo cual permitió la acumulación de capital y el establecimiento del denominado «estándar civilizado» único para otros países. Entonces el utopismo liberal fue aún más lejos, convirtiéndose, en palabras de Bertram Gross, en «el fascismo amistoso», en el que se comenzó a institucionalizar la dominación y la hegemonía a través de un régimen internacional de leyes y regulaciones. En ese momento, la utopía liberal se ha convertido en un mito moderno: tecnocéntrica, racional, y totalitaria, castrando la primera idea utópica de una sociedad justa y sustituyéndola por el materialismo y la ley utilitaria, convirtiéndose, en efecto, en una distopía.

En el caso de ambas sociedades, mito-céntricas y utopías, puestas en práctica sistemáticamente a través de experimentos con el derecho, la economía, la filosofía y la política, hubo un gran error al tratar de extender el modelo a nivel mundial. El fascismo y el marxismo cayeron primero históricamente. Sin embargo, el liberalismo también ahora ha sido puesto en duda, como señaló proféticamente hace unos veinte años John Lukacs en su obra The End of the Twentieth Century and the End of the Modern Age [El fin del siglo XX y el fin de la Era Moderna].

Tanto el mito como la utopía dibujaron su fuerza desde el mundo pluriversal, homogeneizándolo y destruyendo la riqueza de sus culturas y visiones del mundo. El pluriversum fue la base sobre la que se formó la superestructura de la utopía. Es también el lugar donde ciertas fuerzas modernas apuntaban a la puesta en práctica de proyectos históricos violentos basándose en las profundidades míticas de los estratos mitológicos.

Dentro de realidad pluriversal hay espacio tanto para el mito como para la utopía, si se limitan a unos determinados espacios con características de civilización únicas y separados entre sí por límites geográficos. El mito puede realizarse en forma de una teocracia o de un imperio futurológico. La utopía podría al mismo tiempo aspirar a una tecnópolis biopolítica o a un crisol de naciones pero, por supuesto, por separado de los órdenes mito-céntricos.

Carl Schmitt sugiere la construcción y el reconocimiento de tales «Grandes Espacios Políticos» o Grossraume autosuficientes. La formación de estos espacios requeriría un programa mundial de pluriversalismo, apelando a los mitos distintivos y a las fundaciones culturales de los diferentes pueblos. Pero todas las partes en un orden pluriversal deben tener una cosa en común, como requisito previo: la deconstrucción de la superestructura de la utopía neoliberal naciente.

(2013)

(Traducción de Página Transversal)

Fuente: Geopolítica.ru

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Esta entrada fue publicada el 28/09/2015 por en 4TP, Autores, Eurasianismo, Geopolítica, Globalización/Mundialismo, Leonid Savin, Liberalismo, Reflexiones.